
Al primer presidente de los EEUU, su perrita Chloe le traía loco porque cada dos por tres le escondía su famosa peluca y sin ella no hubiera podido salir en la foto de los billetes de 1 dolar. Don Abraham Lincoln, que como todo el mundo sabe murió asesinado por un disparo, tuvo un perro muy querido llamado Fido, que murió pocos meses después que su amo, ¡ acuchillado por un borracho ¡.


Algunas mascotas se han visto salpicadas por polémicas típicas de la política. Nixon tuvo que estar, desde que era senador por California, defendiéndose de acusaciones de soborno. En la televisión hizo unas apasionadas declaraciones en las que dijo que el único regalo que había aceptado era su perro "Checkers" (que no veas lo que se parece en castellano a cheques, ¿curioso, no?) y se negaba a devolverlo aunque eso hubiera sido delito. Al contrario que éste, el señor Truman sí que tuvo que devolver el cocker llamado Feller que previamente había aceptado como regalo.
Franklin Delano Rooselvet tuvo varias mascotas muy conocidas. Una de ellas, Meggie, le propinó un buen mordisco en el trasero a un senador que visitaba la Casa Blanca. No sabemos si lo hizo incitada por el presidente o de motu propio. Pero la más famosa fue Fala. Un Sco
ttish Terrier bastante avispado del que inmediatamente se hicieron eco los medios de comunicación, divulgando sus travesuras y trucos. Asistió a reuniones presidenciales y la MGM realizó una película sobre un típico día en la Casa Blanca, presentando y teniendo como protagonista a Fala. También el ejercito de los EEUU la condecoró por su contribución de un dolar diario al esfuerzo de guerra. No queda claro si la perra hacía la transferencia ella sola o se lo
encargaba a su agente bancario. Se vió envuelta en acusaciones de despilfarro. Veamos, no por esto del dolar, que la perra no se enteraba mucho, nos referimos a Rooselvet. Tuvo que defenderse en el congreso de las acusaciones de los republicanos que decían que el presidente había olvidado a la perra en no se sabe donde y había enviado un destructor de la marina exclusivamente para recogerla. Está enterrada junto a su amo y la estatua de ambos preside el mausoleo.


John F. Kennedy recibió de Nikita Kruschev un perro de regalo para su hija Carolina al que puso
de nombre Pushinka. Era hija de Strelka, una de las perritas que participó en las primeras investigaciones espaciales. ¿tenía el perro incorporado algún microfono?... La KGB era capaz de eso y mucho más. Kruschev se la regaló después de la crisis de los misiles. El perro de Kennedy, Charlie, pistolero como su amo, se cepilló inmediatamente a la rusita y tuvieron 4 cachorritos a los que le pusieron de mote "Pupniks", juego de palabras entre puppy (cachorro) y Sputnik.


Juky, el perro de Lyndon Johnson iba haciendo amigos por donde quiera que fuera. Un día se meo delante del Sha de Irán en el despacho oval y en otra ocasión le propinó un soberano mordisco en la ingle a un policía de la Casa Blanca.


Pobrecillo, Socks tuvo que ser sacrificado a los 18 años (que no está mal para un gato) por haber contraido un cáncer.

Y qué decir de las mascotas de los políticos españoles. Pues igual de discretas, por no decir sosas,
que sus amos. Ni sobornos, ni cohechos, ni flirteos. De hecho poco han trascendido a los medios de comunicación. Aznar tenía tres gatos, Manolo, Margarita y Lucas, supongo igual de simpáticos que su dueño. A su señora Ana Botella parece que le gustan más los perros y no permitió que se llevaran los gatos a casa cuando dejó La Moncloa. Cuestión de pantalones.

Para terminar haré referencia a las mascotas de dos políticos archiconocidos del siglo XX, aunque algo diferentes en las formas;
Sir Winston Churchill tuvo un caniche llamado Rufus. Lenguas malidicentes comentan que al caminar, el perro tenía el mismo meneito de nalgas que su dueño.
Y Blondi, uno de los muchos perros que tuvo Adolf Hitler. Quizá el más conocido al ser el último. Blondi era un pastor alemán que compartió con su amo los últimos días en el bunker de Berlín. "lo suicidaron" con una cápsula de cianuro días antes de que los rusos entraran en la ciudad. Hitler, un fanático amante de los animales, temía que si caía en manos de los comunistas, lo maltra
tarían para vengarse de él.

