jueves, 28 de enero de 2010

HABILIDADES E INTELIGENCIA I

Todos hemos visto alguna vez un espectáculo circense protagonizado por animales que nos sorprenden por sus habilidades y destreza o bien esas series televisivas en las que la mascota del protagonista asombra por su capacidad para resolver las más complicadas situaciones. Estas acciones tan admiradas por todos parecen ser la envidia y el deseo de muchos propietarios, que sueñan con que su animal imite a las “estrellas” de la televisión o el circo. Puede que este fuera el deseo de los propietarios de un Yorkshire terrier que era bastante hábil nadando. El animal era una especie de Michael Phelps en miniatura (y más peludo). Hasta aquí la cosa bastante normal. El problema surgió cuando adquirieron otro perro de la misma raza y dieron por supuesto que tendría las mismas habilidades. Con gran ilusión lo arrojaron a la piscina para ver que tal se defendía, seguros de que lo haría con la misma destreza que su compañero. Cuando vieron que se hundía se lanzaron al rescate, intentaron reanimarlo y acudieron a toda velocidad a la clínica. En la mesa de la consulta terminaron las zambullidas.
Realmente los animales nunca terminan de asombrarnos con su capacidad de imitación y aprendizaje. Causa admiración cuando realizan actos para los que suponemos hace falta cierto grado de inteligencia; abrir puertas, encontrar y manejar algún objeto, hablar….Sí, efectivamente, hablar. No me refiero a los loros, no, que esos sabemos que imitan voces, tararean el himno del Atletic, etc., me refiero a los perros. Algunos son tan listos que sólo les falta hablar. Esto lo escuchamos a diario, pero es que hay otros que hablan y/o cantan de verdad; - “… espere Doctor, ya verá como canta mi Linda. ¡ venga Linda, canta ¡, que te oiga el Doctor, dile algo”. La Linda ni pío. Sólo lucha por bajarse al suelo y salir de la consulta. -“Será que está nerviosa, no se preocupe Usted, otro día lo hará”. - “Cómo que no, si ella habla mucho y me dice cositas, verdad, ya verá como dice…..”. Digamos X, que más nos da. Queremos seguir nuestro trabajo, que hay gente en la sala de espera. Además somos personas instruidas, con “carrera” y la vida nos ha hecho bastante escépticos. Pero no, el propietario le tira de los pelillos del bigote (al perro, claro), de la barbilla, le mete los dedos en la boca, etc., pero no hay forma de que diga nada. Al final, cuando la gracia no nos está haciendo tanta a nosotros, Linda dice algo así como grfrfrgr, gua guau, uuu, uuu. -“ha visto, ha visto”- “sí, si, vaya que sí, que curioso, nunca lo hubiera imaginado”. Vamos, lo que viene ser el estribillo de “singing in the rain”, versión canina. ¡ qué poca Fe tenemos ¡

Otros propietarios de perros realizan un esfuerzo denodado por enseñar a sus mascotas las habilidades que ven en otros cuando coinciden en el parque. Lo que ignoran muchos neófitos en la materia es que las órdenes que obedecen esos animales son consecuencia de duros entrenamientos y de una enseñanza programada. Nadie se lo dijo a esa chica que acudía a la consulta con su impetuoso cachorro y pasaba todo el rato gritándole: “ ¡ ¡Bronco, plaf, plaf, plaf¡, ¡sit, sit¡”. Ni caso. “¿Por qué no me hace caso, uno que he visto en el parque obedece a su dueño inmediatamente¡”. Hubo que explicarle que el perro no responde a órdenes ni palabras mágicas si no que necesita de una educación y adiestramiento para relacionarlas con la acción que queramos que haga.

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