viernes, 22 de enero de 2010

Reacción ante la muerte

Para terminar con estos post sobre la eutanasia de los animales voy a contar algunas anécdotas sobre la reacción de los propietarios ante la muerte de su mascota. Indudablemente cada persona es un mundo y su respuesta a la pérdida voluntaria o involuntaria de un ser querido, en este caso su animal de compañía, es muy diferente. Cuando la muerte se produce de forma voluntaria, por eutanasia, (no porque uno diga, me muero ahora) la reacción suele ser más comedida, pero no por ello menos intensa. He visto personas adultas, hombres serios y fríos para otras cosas, llorar y gritar abiertamente como niños al ver a su mascota muerta. Una señora se puso de rodillas con los brazos en cruz pidiendo que "Dios se la llevara a ella". Aunque con el tiempo te acostumbras a estas reacciones, siempre hay algún cliente y/o paciente que te impresiona más según el grado de relación e implicación que hayas tenido.
Para las personas que no han tenido animales de compañía estas respuestas pueden resultar frívolas e incluso exageradas. De todo hay. Muchas de estas personas que nunca habían tenido animales confiesan sorprenderse del grado de relación y sentimientos que llegan a producirle una vez que se deciden a cuidar uno. No siempre es aquello de que las personas que más se vuelcan y tienen este tipo de reacción son aquellas con grandes carencias afectivas, solitarias, de caracter introvertido, etc. Estas reacciones y sentimientos hacia los animales los puedes ver tanto en ese tipo de personas, como en familias con hijos, profesiones de toda índole, edades y status social. Si que es verdad que personas con determinadas carencias afectivas (sin familia, depresivas) manifiestan en ocasiones una vinculación exagerada y sus respuestas ante situaciones difíciles como la muerte de su animal son de igual intensidad.
Lo peor (desde nuestro punto de vista como profesionales) no son estas reacciones, sino la de las personas que no aceptan o comprenden la muerte de su mascota. En ocasiones es muy típico y común, por el propietario, no aceptar la parte de culpa que le corresponde, no reconocer la falta de atención prestada, los descuidos y la ignorancia y descargan su rabia sobre la persona que consideran culpable de la muerte; el veterinario. Cuántas veces no habremos escuchado eso de " a mi perro lo han matado esas pastillas o inyecciones que le mandó". O peor, "la culpa es de una operación que le hiceron hace 9 años (sic) o de unas pastillas que tomó hace x" . Al igual que en el colectivo médico, existen amenazas y denuncias. Agresiones verbales las hay pero físicas no suelen ocurrir. Una vez fui al domicilio de una señora, a petición de un compañero que no podía ir, para ponerle al perro el tratamiento que dicho colega me aconsejó, ya que el caso era suyo. Yo vi al animal, le puse lo que me dijeron y me fui. A las dos horas me llaman de la clínica para que por favor recogiera el perro porque se encontraba peor. Al presentarme en la casa ya escuchaba los gritos por la escalera, el perro había fallecido. Subí y la propietaria comenzó a insultarme como una poseida a pesar de los intentos de unos vecinos por calmarla, recriminándome y acusándome de la muerte de su perro. Llamó por telefono a la policía para reclamar su presencia aunque no le hicieron caso y en un momento determinado cogió un plato de cerámica y lo arrojó en mi dirección, haciéndose añicos tras de mi. Recogimos el cuerpo y en la clínica momentos después se descubrió que el animal había muerto debido a un tumor de bazo de un tamaño descomunal que había producido una hemorragia interna mortal. Ni las inyecciones que yo le administré le habían causado la muerte ni el animal había sido diagnósticado correctamente. Es el peor factor (junto con el económico) que tenemos o hemos tenido los veterinarios, la falta de medios para realizar diagnósticos más certeros. Muchas de estas reacciones podrían evitarse si explicásemos mejor los procesos e indudablemente contásemos (como en la actualidad) con mejores medios.
A pesar de esto, siguen habiendo personas que no admiten la muerte o que se siente culpables y sin admitirlo descargan su impotencia y enfado con la persona que ha intentado ayudarles. Qué más lejos de un veterinario o médico o cualquier otro sanitario querer fracasar en un diagnóstico y tratamiento, independientemente de posibles negligencias de las que hablaré en otra ocasión. Nuestro objetivo es el contrario, curar y que esa persona y su mascota sigan siendo nuestros clientes.

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